1 de cada 3 personas tendrá demencia.
La mayoría cree que la demencia es mala suerte. Que les tocó por genética.
Eso pensaba yo.
Pero esto no tiene sentido. Las enfermedades genéticas no se vuelven epidemias. No se esparcen como una neumonía, como una infección.
Lo mismo se puede decir para la diabetes, hipertensión o hipotiroidismo. Se están comportando como si fueran contagiosas. Pero no pueden serlo.
Todas tienen algún gen involucrado. Ninguna es causada por un gen. Las epidemias modernas vienen de algo más: mal-adaptación.
Si somos el animal más adaptable, ¿qué nos está afectando ahora?
Debemos entender qué somos, para ver qué nos afecta.
El cuerpo humano es una compleja máquina que interactúa con el ambiente. Interactuamos con el ambiente porque necesitamos información para adaptarnos, para tomar decisiones, para actuar. No es un capricho, es supervivencia.
Cortamos el flujo de información y desaparecemos.
Todos entendemos el riesgo de caminar con los ojos vendados.
Lo que no entendemos es que introducir ruido en el sistema es igual de peligroso que cortar la comunicación.
Quizás más peligroso. Como un velocímetro defectuoso.
Cortar la comunicación es claro. Uno puede tomar las precauciones.
Si me levanto al baño en la noche camino lento, tanteando, escuchando, con cuidado.
Introducir interferencia altera la señal. Dejamos de entender en qué confiar. Y eso por su parte nos cambia a nosotros, los receptores.
Un buen ejemplo es el alcohol: Apaga la señal de peligro, por eso nos encanta. Le da una oportunidad al cerebro de bajar la neura, de soltarnos. Por eso lo necesitas para invitarla a salir. Para ser chistoso. Para pelear. Para llamar a tu ex llorando. (Tengo un amigo que siempre que se cura se pone a llorar y expresar lo mucho que te quiere. Nunca deja de ser chistoso)
Esta distorsión de señal es evidente, tangible. Pero, hay otras formas más sutiles.
He escrito anteriormente sobre cómo el propósito y la visión del mundo alteran cómo lo percibimos: cambian nuestras prioridades. Eso es otra modificación de la señal. Cambia cómo navegamos el mundo.
Los sentimientos también nos informan, nos pueden guiar, o nos pueden desorientar.
No todas las modificaciones de la señal son malas. Lo que tenemos que entender es que en términos prácticos no existe una señal uniforme, inequívoca, absoluta.
Una verdad.
Sin embargo, existen aproximaciones a la verdad que son más útiles, más reales. Interpretaciones que conducen a algo más, que nos acercan a lo divino (la síntesis de todo lo bueno). Y otras que nos alejan.
Como todo lo importante, no hay definiciones fáciles.
Si la percepción altera la realidad, y si el cerebro es complejo; la pregunta es cómo funciona el cerebro. Cómo podemos ayudarnos para eliminar el ruido. Cómo logramos sanar.
De eso se trata esta Hipótesis. Voy a exponer una forma de entender el cerebro; qué nos puede estar afectando; y cómo podemos trasladar eso a acciones concretas.
Si entendemos cómo funciona podemos elegir. Y si elegimos podemos ser responsables. Podemos ser libres.
El Computador Central
Nadie puede decirte cómo funciona el cerebro. Al menos no de forma completa, pero podemos usar alguna analogía para facilitarlo.
La anatomía de una neurona es difícil, pero se parece demasiado a algo muy común: una planta. La flor es el cuerpo, los pétalos las dendritas (pequeñas proyecciones de la neurona). El tallo es el axón. Las raíces son las terminaciones.
No es exacto, pero sirve
En el paradigma actual las neuronas se comunican por potenciales de acción (descargas eléctricas a lo largo de la neurona). Estos parten cerca del cuerpo, viajan al final del axón donde se liberan neurotransmisores —hormonas del cerebro— y eso se recibe en las dendritas de otra neurona, completando el ciclo.
Esto ocurre millones de veces por segundo, y es evidenciable como corriente cuando uno toma una electromiografía con velocidad de conducción.
Para que la información se propague mediante los potenciales de acción (que en realidad son sólo una parte del total), el cerebro consume cantidades desproporcionadas de energía: el 20% del total pesando sólo un 2% del cuerpo.
Por eso el metabolismo cerebral es frágil; cada potencial de acción requiere toda una maquinaria energética. La producción de neurotransmisores requiere energía. Las modificaciones y nuevas rutas requieren energía. Todo es caro a nivel energético.
A mayor actividad, mayor necesidad energética, mayor metabolismo. Esto es la base del modelo bioquímico.
Sin embargo, no explica cómo se origina un pensamiento. Dónde se guarda una memoria. Cómo nace un sentimiento. Por qué hay distintas ondas.
¿Podemos entender el cerebro de otra forma?
En vez de enredarnos en mecanismos y receptores, podemos adoptar una visión más práctica.
Podemos entender el cerebro como un super-computador con distintas formas de traducir la información: análogo, digital, y cuántico.
El sistema análogo sigue el estímulo de forma directa mediante un aumento de voltaje. Como el velocímetro del ejemplo anterior: a más velocidad más intensidad en la señal que el computador recibe.
Esto permite que el sistema análogo sea muy bueno para transmitir poca información, pero de forma muy precisa.
El sistema digital funciona mediante unos y ceros. Binario. Todo o nada.
En este sistema se puede recopilar información rápida y eficientemente, pero no tiene la sensibilidad particular al estímulo. Cuando se activa no hay diferencias en la intensidad.
La mezcla de estos dos sistemas permitiría una simbiosis entre velocidad y sensibilidad, logrando que nuestra interacción con el mundo no esté limitada en cantidad o calidad.
Pero falta un sistema. El más poderoso de todos: el cuántico.
Cada átomo —cada electrón— transportando información por el cuerpo. Cantidades gigantezcas de datos, comunicación local con su entorno, adaptabilidad al microsegundo. Pero frágil; muy susceptible de ser interferido, de alterarse si su entorno se daña.
Cambios de temperatura, vibración, corrientes, campos electromagnéticos, o cualquier modificación en la composición del ambiente interno o externo hacen que la información computada cambie. Se dificulta la transmisión de información a larga distancia, pero permitiría la comunicación local de forma muy detallada.
Cada cambio una señal; cada movimiento transmitido al resto; cada alteración una reacción inmediata.
Abarca mucha más información que el sistema análogo o digital.
De esta forma el sistema análogo permitiría transmitir información de forma muy sensible, el digital recopila mucha información de forma rápida, y el cuántico transmite mucha más información, pero de forma local.
El tacto, la temperatura, la audición, la visión: nuestros sentidos están finamente modulados a las frecuencias más importantes para nuestra supervivencia. Son nuestros sistemas análogos.
El potencial de acción es el sistema binario. El método todo o nada de transmitir señales y comunicarse. Un sistema digital de ceros y unos que transmite información basándose en cuántas neuronas se activan (no es tan simple, existe modulación en el mismo potencial de acción).
Biofotones, electricidad, agua en su cuarta fase, tensegridad, y piezoelectricidad serían algunos componentes del sistema cuántico.
Nuestras células emiten luz sintonizada de forma muy específica. Esto se denomina biofotones. Se cree permiten comunicar el estado de cada célula a sus vecinas, también podrían ser señalizadores y catalizadores de procesos biológicos. La luz coordinaría el ambiente local al detalle.
Las células también tienen proteínas estructurales (tensegridad) cuya deformación genera electricidad local (piezoelectrcidad). Esta se transmite a las células vecinas mediante uniones directas—como las GAP junctions y tight junctions— formando verdaderos mapas locales de luz y corriente.
Estos mapas, en conjunto con las corrientes más fuertes, coordinan toda la estructura del cuerpo. Así se integrarían los tres sistemas para permitirnos interactuar y responder al ambiente en el que vivimos.
Si somos un supercomputador, veamos cómo podemos sacarle el máximo rendimiento.
Sintoniza Con El Ambiente
Los electrodomésticos están diseñados para un voltaje específico, tienen un tipo de enchufe, y requieren mantenciones.
Nosotros también.
Para que el cuerpo funcione debemos alimentarlo adecuadamente, porque la alimentación no es una mera fuente de calorías; es un intercambio de información.
Cuando comemos, los alimentos pasan por nuestro cuerpo como a través de una cañería (nuestro sistema digetivo es un tubo continuo desde la boca al ano). Ahí es decodificado (digerido) en sus partes fundamentales, y a algunas moléculas se les permite el paso por la pared del intestino (absorción) para ir a construir nuestro cuerpo.
Cuando la comida pasa la barrera del intestino, trae consigo la información del ambiente en el que estamos. Esa información nos va a decir cómo debemos adaptarnos, igual que el frío, la humedad, el ruido o la luz.
Cuando alteramos la capacidad de la comida de informarnos alteramos nuestra capacidad de adaptación.
Esto va más allá de keto, vegetariano o carnívoro; porque aunque tengo mis preferencias, todo es información.
La complejidad nos tiene que hacer reconocer algo: no sabemos hasta dónde llegan nuestras adaptaciones.
Si evolucionamos comiendo principalmente carne (y nos adaptamos a eso) estamos diseñados para interactuar con el ambiente desde estos alimentos. Mientras más nos alejemos de la comida evolutivamente consistente, más ruido agregaremos al cuerpo. Más difícil decodificar la información.
Por ejemplo, sabemos que la carne de las vacas alimentadas a libre pastoreo es muy distinta a la alimentada con grano. No sólo en su composición de grasas (la vacas libres tienen más omega 3); sino que a nivel de vitaminas y fitonutrientes (compuestos de las plantas que se cree pueden ser beneficiosos) las vacas libres los presentan en su carne, traspasándolos a nosotros. Más allá de que sean o no buenos para nuestra salud, nos conectan con lo que está pasando en el ambiente. Nos permiten responder.

En cambio, la “Not-Burger” que algunos comen (de plantas y aceites ultraprocesados) es sólo una fuente de calorías que perdió toda su información. Llenas de productos transgénicos, importados y/o pesticidas y químicos como arsénico o flúor; estos “alimentos” confunden enormemente al sistema. La información que proveen es totalmente errática.
La necesidad de comer productos locales tiene que ver con qué tan capacitados estaremos de sobrevivir en nuestro ambiente.
La exposición a toxinas ambientales cambiará la respuesta en la planta. Los fitonutrientes (y los antinutrientes) de las plantas cambiarán. La información que nos entrega será concordante con su ambiente. Al llegar a nuestras células será decodificada, y provocará una respuesta.
Tendremos toxinas dando vuelta junto a nutrientes que nos dicen lo mismo.
Una exposición temporal a este ambiente podrá ser manejada, pero si el ambiente no cambia, inexorablemente superará nuestra capacidad de desintoxicación (al igual que superará la resistencia de la planta, por eso las deben modificar genéticamente para aguantar el glifosato).
Nuestro cuerpo buscará disminuir las toxinas a como de lugar. Para eso tiene dos mecanismos: puede expulsarlas o puede diluirlas.
Para expulsarlas puede necesitar sacrificar algunas células. Suena contraproducente, pero en el contexto de una intoxicación es lo más sensato. —Si tengo una fuga de gas no abro la ventana y sigo durmiendo. Arreglo el problema, aunque eso signifique tener que romper una pared— Esto puede llevar a enfermedades como daño hepático, alergias, asma, autoinmunidad o incluso demencias.
Y las toxinas que no puede expulsar las esconde—la mayoría en grasa, otras (como el flúor) en hueso— para que no nos pongan en peligro, en especial aquellos órganos más frágiles. Las diluye.
De esas reservas puede ir eliminándolas de a poco cuando el ambiente cambie.
Sólo hablando de toxinas estos dos mecanismos ya nos exponen los riesgos de introducir información discordante: altera nuestra capacidad adaptativa. Si le agregamos las señales hormonales, la respuesta al frío, a la luz, a las corientes electromagnéticas, etc etc etc; tiene que quedar claro que estamos armando un quilombo.
La dieta carnívora soluciona muchos problemas porque permite resintonizar radicalmente con el ambiente. Especialmente si los animales son locales; alimentados con pasto; sin hormona; sin antibioticos; sin pesticidas; sin vacunas.
Por suerte el mercado sirve de señal (no está lleno de subsidios y trampas como con los cultivos o productos veganos). Comer wagyu A4 japonés (señal anómala excepto que vivas en Japón) todos los días es económicamente imposible. Comer huevos y carne molida local es más accesible. Mejor información económica y biológica.
Si la comida es un mensaje comer ultraprocesados es una estafa. Te puede pasar una vez, pero si son dos, tres, o más tienes que dejar de hacer click en el link. Deja de caer en la trampa. Como dijo La Traumatóloga Geek (su IG aquí):
¿Cómo mejorar nuestra información? Come local y evolutivamente consistente. Pero hay algo que muchos ignoran:
Si la comida es información, los fermentados son la enciclopedia.
Si bien yo he comido principalmente carnívoro durante los últimos 20 meses, he ido progresivamente agregando cada vez más fermentados, porque creo que aportan más información que casi cualquier otra comida.
Los fermentados naturales, especialmente esos que haces en la casa, tienen colonias de bacterias y hongos. Esa es la base del fermento.
Esas colonias son locales. Interactúan con el mismo ambiente que tú. Es lo mismo que hace una vaca o un caballo en su intestino (sí, las vacas son keto), pero nosotros podemos hacerlo ahí afuera en un frasco.
Por un lado el fermento permite eliminar gran parte de los antinutrientes o toxinas que tiene la comida; también baja mucho los carbos. Es producto de la adaptación local. Información depurada. —No tengo ninguna prueba de esto, pero sospecho que los fermentos que podemos lograr en ciudades contaminadas como Santiago nos ayudan a adaptarnos a este mismo ambiente—
Por otro lado, y más importante quizás, los microorganismos tienen ciclos adaptativos mucho más rápidos que nosotros. En 24 hrs han pasado múltiples generaciones por el cultivo. Muchas más iteraciones. Mucha más adaptación al ambiente local. Evolución.
Esas adaptaciones también son información, y esa información podemos consumirla. Ya sea en cambios de la microbiota intestintal, biofotones, menos carbos, o lo que sea (es irrelevante), la información es lo más local que hay. Vive literalmente en el mismo hogar que nosotros.
Si somos un supercomputador, los fermentos son el antivirus local. Creado específicamente para tú software, y al igual que en el computador, si no se actualiza constantemente será sujeto de ataques.
Elimina el ruido, actualiza el antivirus, defiende el sistema.
O esa es la idea.
La Enfermedad Adaptativa
Los cambios metabólicos son la respuesta, no son sólo el problema. Son al mismo tiempo la causa y la solución. La diabetes es la enfermedad y la respuesta a la información que le entregamos al cuerpo. Veamos.
El nombre diabetes mellitus viene de pasar mucho líquido, y que este sea dulce.
Mucho antes de que existieran exámenes de sangre, lo médicos la diagnosticaban probando la orina (hablemos de verdadero compromiso con el paciente). Cuando ésta se ponía dulce tenías la enfermedad. El término actual para esto es glucosuria. Gluco: de glucosa (azúcar). Uria de orina. Orina azucarada (algo así como la Kem piña).
Esta glucosa en la orina daña el riñón, provocando insuficiencia crónica, que eventualmente lleva a los pacientes a la diálisis (la diabetes es su principal causa).
Pero, sin el azúcar en la orina moriríamos. La glucosuria es la adaptación del cuerpo para sobrevivir. Raro, pero real.
Considera que el azúcar altera las proteínas de nuestro cuerpo cambiando su estructura. En cocina se conoce como reacción de Maillard, en términos químicos es glucosilación. Por eso el cuerpo mantiene un nivel estable de azúcar en la sangre.
Cuando comemos carbos en exceso, le estamos dando un desafío constante el cuerpo. Si a esto le sumamos un ambiente con luces artificales, sedentarismo y estrés; la señal que recibe el cuerpo es confusa. Los carbos dicen abundancia, pero el ambiente dice estrés. Esta confusión lleva a las enfermedades por exceso.
Mientras más tiempo estamos enviando estas señales, más difícil se hace manejar el azúcar. Eventualmente esto daña las células del páncreas que producen la insulina, y la diabetes se hace evidente. Como la elevación del azúcar daña el cuerpo y genera inflamación, éste, en su sabiduría, los empieza a eliminar de la única forma que le queda: a través de la orina.
A pesar de causar daño, es mejor eliminar este exceso que permitir el daño.
Caemos en la paradoja de la enfermedad adaptativa.
Al disociar el ambiente (interno y externo) de la comida generamos ruido. El quiebre de la información genera resistencia a la insulina: sube el azúcar; dañamos el páncreas y sube más el azúcar—riesgo de muerte. Tratamos de salvar la situación eliminando el exceso por la orina (glucosuria): se daña el riñón. Sobrevivimos un tiempo más, pero a cambio de nuestra capacidad de filtrado. Generamos una adaptación necesaria, que al mismo tiempo es una enfermedad.
Por eso entender la comida como información es clave. Y entender la enfermedad como adaptación nos permite sanar.
Tomando La Sartén Por El Mango
Hace unos años me desgarre el pectoral izquierdo haciendo pesas. En ese momento recién estaba comenzando a cuestionar si la radiación electromagnética podía ser perjudicial.
Siempre usaba el celular en el bolsillo del traje de turno. Justo sobre el desgarro.
No sabía cómo, ni por qué, pero apenas ocurrió pensé en eso. Ahora sé que la señal del celular altera la polaridad del agua y del colágeno, generando una pérdida de las corrientes que mantienen bien hidratado el músculo, y propiciando lesiones de todo tipo.
Este efecto local se transmite a todo el cuerpo. Eso es lo que hace peligroso este tema.
Desde entonces uso una funda que bloquea las frecuencias electromagnéticas del celular. Y lo mantengo más lejos de mi cuerpo. Duermo con el wifi apagado y el celular en modo avión, lejos de mi cama.
Si bien hay muchos estudios mecanísticos y en animales de los efectos de las corrientes electromagnéticas, existe poca evidencia más objetiva de daño en humanos.
Más que poca, los efectos son muy heterogéneos, se hace difícil aceptar que algo que no vemos puede causar este daño. (Lo mismo pasó cuando se descubrieron las primeras bacterias)
Si el cuerpo es un supercomputador, ¿por qué cree que los distintos campos no lo afectarían?
Mejor prevenir que lamentar.
Para sanar tenemos que partir por aceptar que tenemos un problema. No es normal que un tercio de nuestra población vaya a tener demencia.
Si a eso le sumamos las tasas de 50% de cáncer estamos en un problema grave.
No hay enfermedades más desgastantes emocional, económica y físicamente que estas dos. Siendo la demencia muchas veces peor en su costo familiar.
Aceptado el problema tenemos que identificar lo que no sirve, lo que no ayuda o incluso agranda el problema.
Para eso, sirve entender el cerebro como un computador de 3 sistemas: análogo, digital y cuántico.
Todo lo que vaya a alterar cualquiera de estas tres señales irá a causar daño.
Alteras el sistema análogo mediante falta de vitaminas (B12, folato, D3, K2), hormonas y exceso de azúcar. Con eso alteras la capacidad de modular adecuadamente el ambiente. Perdemos sensibilidad, detalle.
Alteras el sistema digital mediante encierro, sedentarismo, desconexión con la naturaleza y otras personas. Con eso alteras la capacidad de procesar mucha información. La vida se vuelve sobrecogedora, insostenible.
Alteras el sistema cuántico mediante señales anómalas en la comida (ultraprocesada, con pesticidas o importada de lejos), toxinas ambientales, luces artificiales, falta de oscuridad en la noche, o la presencia de campos electromagnéticos artificiales. Con eso alteras la capacidad de cada mitocondria—de cada célula—de reaccionar a su ambiente inmediato. Alteras el mecanismo más local de regulación, el de mayor precisión.

La solución:
Deja de evitar lo difícil, acostúmbrate a lidiar y hacerte amigo de la adversidad. Al mismo tiempo disfruta de lo que tienes. Vivimos en la era de la abundancia, agradécelo y modérate.
Elimina la comida de lejos, come local
Evita pesticidas, flúor, smog y otras toxinas
La carne es clave, tiene todas las vitaminas que necestas; deja de tenerle miedo
La grasa animal es buena, los aceites vegetales malos. Simple
Bájale a los carbos, si vivieras en el cerro, ¿cuántas veces al año encontrarías moras?
El Sol es tu amigo, mientras más tiempo estén juntos, mejor
Conéctate con la Tierra; literal y figurativamente
Disminuye los aparatos electrónicos cerca de tu cama
Cambia las luces: rojas o incandescentes son mejores. Recuerda que la noche es para dormir, no para ver tele
Acércate a tu familia, a tus amigos. Soluciona esos errores del pasado
Confía en Dios, no porque te vaya a sanar milagrosamente, sino porque tu inconsciente puede alumbrarte el camino a casa. Aprende a escucharlo
Por último; encuentra alguien en quien confiar para que te ayude. Si es médico, bueno; si es quiropráctico, naturópata, nutricionista, coach o lo que sea, buenísimo también. La clave es que sea honesto y abierto a nuevas ideas.
No existen las balas mágicas.
No podemos hacer esto solos, pero tampoco podemos desligarnos de nuestra responsabilidad.
La vida transcurre en esa paradoja, en esa dualidad.
Vivámosla.
Gracias por leer esta Hipótesis! A veces es difícil destilar todas las ideas, espero que te haya servido. Si tienes algún familiar con demencia envíasela, quizás le sirva.
Si quieres dejar alguna pregunta te dejo el botón a continuación.
Y para no perderte futuras Hipótesis subscríbete a continuación!
Hasta la próxima!
Dr. Javier Richard — Trauma Metabólico